Alice Munro según Triunfo Arciniegas Fotografía ajena |
Alice Munro
MISTERIOS COTIDIANOS
Por Raquel Loiza
LA NACION, 18 de octubre de 2013
Hay escritores que se desarrollan siempre por una misma senda. Otros, en cambio, toman rumbos variados. Sin duda Alice Munro pertenece al primer grupo. Cuentista excepcional, en su obra la realidad y la ficción se entrelazan. Sus relatos evocan siempre los mundos existentes de los pueblos cercanos a Ontario (Canadá), donde siempre ha vivido, pero además de una evocación de esos mundos de provincia, la autora los trasciende para convertirlos en obras de notable calidad artística.
Las referencias autobiográficas y su definida vocación de escritora siempre están presentes en sus libros. Por ejemplo, en la novela La vida de las mujeres (1971) dice: "La vida de la gente, en Jubilee como en todas partes, era aburrida, simple, asombrosa e insondable." y más adelante aclara: "Comprendí que lo único que podría hacer con mi vida era escribir [.]. Escogí a la familia Sheriff de forma impresionante, la condenaba a ser materia de ficción", confiesa. En el relato homónimo de su libro de cuentos Secretos a voces (1994) reflexiona: "Y su memoria se agitará, pero no acabará de desvelarle ese momento en el que parece estar contemplando un secreto a voces, algo que no te sobrecoge hasta que intentas contarlo".
La mujer es uno de los ejes de la obra de Munro, quien ha declarado respeto por Katherine Ann Porter, Katherine Mansfield, Flannery O'Connor, Carson McCullers, Willa Cather, a quien menciona como una de sus autoras preferidas en el cuento "Arrastrado por la emoción" (de Secretos a voces). Pero también en sus relatos se recrea una amalgama de tipos y sucesos de una sociedad: paisajes, calles, personas, clases sociales, amor y soledad, anécdotas, nacimientos, muertes, vicisitudes de las guerras, lucha por la subsistencia, todo en una aparente calma sobre la cual, quizá, se cierne una tragedia que es retratada con maestría por la autora. Aguda observadora, Munro devela misterios cotidianos, vuelve visible lo invisible y presenta con vigor plástico los escenarios naturales.
La riqueza también consiste en su forma de narrar. Discreta, cáustica, sutil, cruel, sugerente en el pensar y el decir. La sobriedad y naturalidad de su lenguaje nunca son patéticas aunque el hecho sea trágico, como por ejemplo en "El amor es una mujer generosa" (1988), relato que da el título a uno de sus volúmenes. El enternecedor relato "Grava", incluido en Mi vida querida (2012), donde confluyen el recuerdo y el olvido, es otro ejemplo de cómo utiliza con maestría diferentes tiempos verbales. El realismo transfigurado en forma sensible de la escritora canadiense puede ser revivido por cada lector: su escritura se desliza sin esfuerzo, transcurre como agua límpida que nos deja ver el fondo.
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