Lydia Davis
ESCENARIOS DIFERENTES
Por Quim Monzó
20 de junio de 2013
Lydia Davis es una de las personalidades más interesantes de la literatura actual. Es traductora del francés (Flaubert, Proust, Foucault...) y profesora de Creación Literaria en la Universidad Estatal de Nueva York. En los setenta estuvo casada con Paul Auster. Cuatro años, lo suficiente para tener un hijo: Daniel Auster. Con su actual marido, el pintor Alan Cote, tiene otro: Theo Cote.
Escribe básicamente relatos: cuentos fríos, neblinosos, fascinantes, impregnados de humor y, en general, muy cortos. La descubrí el 2001 (afortunadamente pongo la fecha de compra en la anteportada de los libros) con Break It Down. Me quedé boquiabierto. Tres años después, Emecé publicó en español otro de sus libros: Samuel Johnson está indignado. Hace un par de años Seix-Barral editó Cuentos completos de Lydia Davis. Es un volumen impecablemente traducido por Justo Navarro y con una sobrecubierta de color naranja, preciosa por sobria. Si aún no lo han leído, zambúllanse en él, a no ser que sean ustedes de esas personas que impepinablemente necesitan “planteamiento, nudo y desenlace”.
Ahora, Davis ha anunciado que piensa escribir microcuentos en Twitter. En The Guardian explica que es su editor quien se lo ha propuesto: “Me pidió que lo probase, y pienso que, quizá, por un tiempo, sí”. Considera que el tono de Twitter encaja con ella: “Yo no recorto mucho. Escribo el inicio de un cuento en una libreta y sale muy semejante a como será al final. No hay nada muy deliberado”.
Mi primera impresión ha sido de rechazo. He visto a tantos escritores en Twitter haciéndose los creativos sin llegar ni a la suela de los zapatos a los tuiteros de verdad, los que, sin ir de escritores, crean historias de una brillantez que iguala o supera a la de tantos libros de aforismos o a las mismísimas greguerías de Gómez de la Serna, que he pensado: “No, Davis, no la cagues...”. Pero luego he cavilado que otros escritores no dan pena en Twitter: Stephen Fry, Steve Martin, Bernard Pivot... Pero –ojo– ninguno de ellos aplica en esa red estrategias narrativas de ningún tipo, sino que simplemente se deja: opina, comparte o juega. Ese es el problema: confundir Twitter con una cátedra desde la que dictar lecciones magistrales, como hacen muchos, o usar estructuras narrativas que en los libros funcionan, pero que resultan ridículas en medio del marasmo constantemente cambiante que es Twitter.
En esa entrevista Davis explica que no tiene aún cuenta. He entrado ahora a ver si ya la había creado, pero hay decenas y decenas de señoras que se llaman Lydia Davis. Sólo una podría cuadrar con ella: @Lydia_Davis. Pero la biografía de ese perfil es chusca –ella nunca se definiría como una “contemporary American author”– e incluye un link a su entrada en Wikipedia, lo que resulta poco creíble. Para acabar de rematarlo, los pocos tuits que hay son del 2009, y ella misma dice ahora que aún no tiene cuenta. Los tuits son de un nivel que está en sus antípodas. Un ejemplo: “Jodeos, putas. Conseguid dinero”. No te metas en Twitter, Lydia Davis, si no es para jugar y lidiar con todo eso.
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