Nobuyoshi Araki
DESPUÉS DE YOKO
Noboyoshi Araki es un fotógrafo japonés nacido en Tokio en 1940. Araki estudió fotografía en la universidad (diplomado de la universidad de Chiba en 1963 recibe ese mismo año el premio Taiyō) y más tarde se va a trabajar a una agencia publicitaria en Dentsu, donde contrae matrimonio con Yoko en 1971. Después de la boda, publica un libro de fotografías de su mujer tomadas durante la luna de miel que titula “Sentimental Journey”. Yoko muere en 1990 a causa de un cáncer de ovario. Las fotos tomadas durante sus últimos días están recogidas en el libro “Winter Journey”. “Después de la muerte de Yoko, no quería fotografiar ninguna otra cosa que no fuera la vida. Sin embargo cada vez que disparaba, obturaba sobre la muerte, porque si haces fotografías, entonces detienes el tiempo. (…) escucha bien : fotografiar es asesinar”. (Araki)
Los trabajos de Araki siempre le han aportado una gran notoriedad entre el público japonés e internacional. Sus fotografías, siempre acompañadas de textos en forma de diario íntimo, fueron precursoras e innovadoras dentro de las tendencias artísticas del momento. En los años 80 era ya una celebridad dentro de Japón, tanto por su talento para hacer fotos como por su manera de escribir. Así, terminó mezclando la fotografía con las anotaciones a pie de foto, generando un género que posteriormente han imitado muchos artistas occidentales. Más tarde, bien conocido por las fotografías que documentaban la industria sexual japonesa y enfocando el barrio de Kabukichō de Shinjuku en Tokio en 1980, Araki publica “Tokyo Lucky Hole”. En 2005 Travis Klose realizó un documental sobre su arte titulado Arakimentari.
Nobuyoshi Araki se haya presente en casi todas sus instantáneas, siendo coprotagonista de muchas de ellas. Jamás establece una distancia entre el fotógrafo y la foto. Se involucra, se expone, se exhibe y termina siendo parte esencial de la composición o la narración visual. Araki no insinúa, no juega con la sexualidad; sencillamente muestra lo más evidente sin filtros ni censuras. Lo explícito, lo puramente pornográfico, se transforma en el hilo argumental de su fotografía. Investiga perversiones, fugas conductuales de orden sexual y se involucra en sus escenas remarcando su libertad creativa y moral. Se disfraza de demonio, se disfraza de cura, sonríe con ironía y termina conquistando a los críticos occidentales más concienzudos.
Tachado de monstruo inmoral, misógino o pervertido, Araki atesora en su obra valores y técnicas tradicionales que se remontan a la época del viejo Edo. El Kinbaku-bi (‘la belleza de la unión estrecha’) o el arte del bondage es el responsable de tanta controversia y censura. Pese a los escándalos, su estilo erótico se ha popularizando en Occidente durante el último lustro para instalarse como una moda contagiosa, de la que desean participar numerosas celebridades. Las representaciones clásicas de mujeres hermosas, Bijin-ga, atadas con varias piezas de cuerda, a menudo seda, se ha convertido en un reclamo, al que ha sucumbido Björk o Lady Gaga. Sin obviar el guiño que le dedica Primal Scream a este peculiar genio en el vídeo clip ’2013′ (dirigido por la sevillana Rei Nadal). También para las galerías más atrevidas es un honor incluirlo en sus exposiciones temporales, caso de la milanesa Raffaello Giolli, que, centrada en la producción contemporánea y al vídeo-arte, exhibía, hasta el 27 de julio, una selección de 25 fotografías de factura reciente.
“Una fotografía roba parte de tu alma”. Con este creencia asiática, Araki eleva su actividad a un arte de esencias, que, desde una mirada al pasado, aprehende las emociones, la elegancia y la actitud japonesa para plasmar la exuberante estética de geisha y desmontar así el decoro social cultivado durante siglos. Sin perder el contacto con su lado obsceno, el consuelo en el arte, inscrito en la metafísica del artista, que enlaza con la relación entre arte y vida propuesta por Nietzsche, fascina a este creador de ‘estampas del mundo flotante’, que plantea sus instantáneas como “un viaje hacia la muerte”. Según sus modelos, las sesiones, tan agotadoras como una clase de artes marciales, resultan purificadoras. “Un vacío existencial se apodera de tu alma; alcanzas una experiencia mística a medida que dispara el flash”. La obra del nawashi (artista de cuerdas) oscila entre dos mundos: el de los rostros translúcidos de sus musas, que expresan el pathos; y el que explicita la visión del Hades, capaz de transmitir la idea de “estar cruzando la Laguna Estigia”. Mediante la imaginería de la servidumbre, retrata un complejo entramado relacional de placer y dolor que habría hecho las delicias del último Freud.
Cuando el nipón aparece en escena con su cámara y abre la puerta de su imaginación, diseña el camino que transita de la autodestrucción al masoquismo para que el sujeto (fotografiado) experimente una trasformación y se adentre en un más allá físico y psíquico, donde la satisfacción libidinosa sólo se puede entender como fruto de la tensión del placer en el displacer. Su filosofía, incomprendida por grupos feministas, especialmente norteamericanos, a los que Araki acusa de “caer en posturas conservadoras en su defensa de la mujer”, mientras presume de “volver locas a las chicas”. Además, cuenta con respaldo museístico (institucional), y es reivindicado por divas post-modernas. “Algunas mujeres se sienten cómodas viviendo al límite, y eso hay que respetarlo”, comentó Björken apoyo del artista, asegurando que “es muy educado y solo hace lo que sus modelos desean”.
Desde una excentricidad mágica, haciendo de la fantasía una realidad, capta conceptos como la pulsión de muerte gracias a la manipulación espacial y lumínica, y a un acervo milenario que conecta con el misterioso equilibrio de belleza y violencia de las primeras manifestaciones del bondage en los grabados shunga (eróticos) del Ukiyo-e a finales del periodo Tokugawa. Aunque asociado a técnicas castrenses en las que se empleaba cable para reducir a una persona (conocidas como Nawajutsu, eran métodos de lucha exclusivos de la cultura japonesa que se aprendían en escuelas durante una larga formación), Seiu Ito (1882- 1961), considerado el padre del moderno Kinbaku, llevó esta temática a un terreno más caliente, encandilado por la exactitud de la inversión suspendida de Tsukioka Yoshitoshi en ‘La casa solitaria’. Antes ya había probado Kitagawa Utamaro (1753 -1806) en sus magistrales composiciones Bijin-ga. Pero el antecedente unánime es ‘El sueño de la mujer del pescador’ (1814), de Katsushika Hokusai, donde aparece una mujer entrelazada sexualmente con dos pulpos (en los ochenta, el serial de anime ‘Urotsukidiji’ homenajearía el ‘tentacle rape’, género que también surgió a partir de esta ‘imagen de primavera’).
Para la crítica, la grandeza de Araki, que ha publicado más de 350 libros, reside en la actualización del tradicional shunga para crear un neo-kinbaku. Entre sus seguidores incondicionales, la editorial Taschen, que incluye en su catálogo dos ediciones limitadas diseñadas por expertos para coleccionistas.
(Textos extraídos de Wikipedia y Septimo Vicio)
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