Llegó el fin del mundo a mi barrio Llegó el fin del mundo a mi barrio
sin que a nadie le importara. Mis padres tenían puesto CNN esperando el boletín especial. Los liquor stores y los cyber cafés siguieron abiertos hasta tarde. Nadie comprendía las señales. Hasta la mujer que vio la silueta de la virgen de la Altagracia en el cristal delantero de su jeepeta fue al car wash a lavarla. Moteles y bingos estaban abarrotados. Las evangélicas que con sus panfletos habían anunciado tanto el fin se fueron a la cama temprano. No cortaron las líneas de teléfono. Ni se llevaron el agua y la luz. Nadie vio las estrellas que caían del cielo. Para cuando el arcángel Miguel sonó la trompeta el partido de los Yankees iba por el octavo inning.
Treinta y tres años y aun no soy calvoQue otros se jacten de las páginas que han escrito, yo me vanaglorio de que no soy calvo. Pobres papás de mis compañeritos del colegio que con treinta y tantos ya eran calvos. De noche rezaba y le pedía a Dios que no dejara que se me cayera el pelo y Dios no me defraudó porque no soy calvo. No soy calvo. Nunca seré calvo. No puedo querer ser calvo. Tengo una buena relación con los barberos y compro los productos más caros. Mi barbero me llama cada vez que el último corte de pelo ha expirado. Mi barbero que tiene dos años que no prueba drogas y que se ha enliado con una peluquera casada. Mi barbero es mi hermano. Pero estaba hablando de mi pelo. Me gusta tu pelo, dice en chino la cajera del supermercado. ¡Asia entera sueña con un día tener mis rizos! En Taipei trataron de llevarme secuestrado. Treinta y tres años y no soy calvo. ¡Virgen de la Altagracia! Llamaré a mis panas para emborracharnos en el colmado. No, mejor sigo garabateando poemas en mi cuarto. Quizás no pueda seguir escribiendo poesía cuando me vuelva calvo. Así que aprovecho ahora, me echo todo el pelo para atrás y aporreo el teclado.
Variaciones acerca de un poema de amor1 he tratado de escribir un poema de amor pero los poemas nunca dicen lo que uno quiere decir o puede que digan exactamente lo que uno quiere decir y lo que no sabemos es qué es lo que tratamos de decir 2 si digo tú me refiero a ti pero cuando escribo tú ya no me sigo refiriendo a ti sino más bien a un tú platónico que tiene que ver más conmigo que contigo 3 cuando Quevedo no lograba escribir un poema de amor se exasperaba y se subía en los campanarios de las iglesias y le arrojaba piedras a los que iban a misa 4 he escrito poemas de amor durante toda mi vida y he fracasado sobre todo he escrito cientos de poemas de amor cuando no tenía a quién escribirle poemas de amor 5 las recepcionistas y las masajistas se saben de memoria mis poemas las viejas con quienes juego bingo lloran con los lentes puestos recordando mis poemas 6 los poetas seducían muchachas y las inmortalizaban en sus versos sin embargo cuantas Claudias hemos olvidado cuantas Julietas cuantas Margaritas cuantas Crisilandias 7 las muchachas ya no creen en los poemas y si se acuestan con poetas es porque se han quedado jamonas o porque los psicoanalistas están caros y se acuestan con todos los poetas excepto conmigo esta noche todos los poetas han ligado y tienen entre sus brazos muchachas desnudas mientras yo escribo solo en medio de este cuarto 8 todos los poemas de amor son irreales los poemas de amor que el poeta escribe intencionalmente irreales son los más reales de todos 9 Lucian Blaga escribió que las palabras son las lágrimas de los que quisieron llorar y no pudieron y esto es todo lo que tengo que decir
Mejor que el sexoLo mejor es cuando le pones seguro a la puerta y sólo están tú y el poema y no tienes más remedio que preguntarte si eres tan bueno como te dijeron el otro día o tan malo como dicen siempre. O cuando uno escribe un poema tan intenso que acabas viniéndote con los pantalones puestos. O cuando sientes que estás escribiendo uno que van a leer tus tataranietos y piensas que ellos van a sentir lo que una vez sentiste y creo que es Joyce quien dice que se siente como si el otro al leer estuviera inventando las palabras del poema nuevamente. Así como el guitarrista del metro de Chicago que tocó una hermosa melodía y luego golpeó su guitarra contra el piso hasta hacerla añicos, he roto papeles y poemas para mi propio deleite. Y escribir es como caminar. Cada palabra que escribo es un paso que voy dando. ¿Hasta donde he llegado? ¿He encontrado mi hogar?
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