Monday, September 30, 2013

Dora Maar / La musa doliente



Vida más allá de Picasso

Una nueva semblanza de Dora Maar revela aspectos inéditos de la fotógrafa


Atractiva, seductora, pasional, culta, fotógrafa, pintora, amiga de Paul Eluard, André Breton, Yves Tanguy, Georges Bataille y amante de Pablo Picasso. Dora Maar (1907-1997) ha pasado a la historia como una de las mujeres que más amó al pintor, pero también como la víctima de sus muchas conquistas, de su abandono. Es la mujer del llanto, incapaz de superar el verse apartada por una nueva amante, Françoise Gilot, después de compartir su mundo a partir de 1936, durante diez años. Victoria Combalía ha buceado en su vida y el resultado es Dora Maar. Más allá de Picasso (Circe, 2103), una biografía en la que ha trabajado en los últimos veinte años —en 1993 mantuvo cinco largas conversaciones telefónicas con Maar— en la que afina mucho más su retrato, más allá del cliché, apareciendo una mujer inteligente, brillante y profesional “una de las fotógrafas más importantes de los años treinta”, con una vida propia anterior a la llegada de Picasso y que vivió una lucha titánica por conseguir “desengancharse” de él después de su separación.
“Tras descubrir que no estaba ni muerta ni loca, pensé en entrevistarla. Me dijeron que no contestaría y que no respondería jamás preguntas sobre el pintor, del cual hacía 50 años que se había separado. Pero sí lo hizo”, explica la crítica y comisaria de exposición —es responsable de una triple retrospectiva de Dora Maar en Múnich, Marsella y L'Hospitalet—. Las conversaciones con ella, su conocimiento de la vida y la obra de Picasso y el poder acceder a las fotografías, cuadros, libros, documentos, objetos varios que pertenecieron a Maar antes de ser subastados entre 1998 y 1999 en París, además de consultar en 2010 otros 2.000 documentos puestos a su disposición por los herederos de la fotógrafa, le han permitido elaborar “como una detective” la “biografía definitiva de Dora Maar”, asegura. En ella, aparte de su relación con Picasso, recorre toda la vida de la fotógrafa, desde su nacimiento hasta la subasta de sus pertenencias una vez fallecida, el 16 de julio de 1997. Entre ellos, 130 picassos que conservó hasta el final de sus días, después de haber vendido, con permiso del pintor, casi una decena de obras.


Picasso pintando Guernica
Fotografía de Dora Maar

Que Dora Maar tuvo una vida más allá de Picasso queda muy claro con el libro de Combalía. De hecho, el encuentro de 1936 entre Dora Maar y Picasso se produce a partir de la mitad de la biografía. Antes, la autora se recrea en la infancia de Maar en Argentina, aportando su partida de nacimiento, inédita, en la que consta que no era judía, explicando con detalle sus estudios, su relación con la familia, mucho más cordial que lo que se había explicado, tal y como reflejan las cartas cruzadas entre los padres y Dora. También se detalla su vinculación con el surrealismo o con grupos de la ultraizquierda de los años treinta en Francia, como Contre-Attaque, que animaba Bataille, con el que vivió un triángulo amoroso, según la autora, del que formaba parte Colette Peignot.

Conservó 130 ‘picassos’ hasta el final de sus días, en el año 1997
Según Combalía, el conocido episodio de 1936 en el que Maar se lastimó la mano con su navaja para llamar la atención del pintor, denota un comportamiento masoquista y marcó la relación de la pareja a lo largo de los años, en la que ella era la víctima que aguantaba las infidelidades de Picasso que aparece en el libro como un sádico machista. “Según Picasso, todas las mujeres eran máquinas de sufrir”, explica. Y esta relación es la que nos cautiva, según la autora. “Se trata de un combate entre dos personalidades fuertes. Maar se entregó de forma absoluta, fue un amour fou que la marcó para el resto de sus días”. De hecho, no se le conoció un amante con posterioridad a Picasso.
Las obras en las que Picasso retrató a Maar reflejan el estado de su relación. Desde la pasión y la atracción en la que está enamoradísimo, que la hace representar “como una virgen”, hasta representarla con sus ridículos sombreritos o como un monstruo en Mujer peinándose.
Combalía asegura que pensó titular su libro Las cuatro vidas de Dora Maar, porque recoge su infancia burguesa en Argentina, su vida como fotógrafa de ultraizquierda, s Su relación sentimental con Picasso, en la que Dora Maar, entre otras, hizo la famosa serie sobre la elaboración del Guernica, y el resto de sus años en los que fue ganando protagonismo la religión, “como si buscara a Dios tras perder a otro dios que era Picasso” y en la que juega un papel fundamental el monje Jean Monleon, al que deja parte de su herencia y que es un descubrimiento de Combalía. "Entre los dos querían convertir a Picasso al catolicismo.

Su relación con el pintor era masoquista, afirma Victoria Combalía
Durante estos años de trabajo, ningún momento fue tan emotivo, dice Combalía, como cuando pudo abrir, junto a la actual dueña de la casa de Ménerbes, en la que Picasso y Maar vivieron muchos momentos juntos y en la que la fotógrafa falleció, los baúles en los que se guardaba su ropa y sus pertenencias. "Pese al abandono en el que vivía en sus últimos años conservaba sus trajes de alta costura".

Dora Maar

Dora Maar, la musa doliente

Un libro reconstruye la enigmática figura de la fotógrafa y pintora, más allá de su relación con Picasso



Pablo Picasso y Dora Maar, fotografiados por Man Ray.
Cuando Pablo Picasso y Dora Maar se conocieron, ella tenía 29 años y él 55. Fue en París en el mítico café Deux Magots en 1936, poco antes del comienzo de la guerra civil española. Ella arrastraba una tormentosa relación con el filósofo Georges Bataille y con el actor Louis Chavance. Él, ya un dios indiscutido en todo el mundo del arte, seguía casado con la rusa Olga Khokhlova, madre de su hijo Paulo, y compartía casa con la sueca Marie-Thérèse Walter, madre de Maya. La pasión amorosa entre ambos estalló con tal furia que parecía que nada de lo que ocurría a su alrededor importaba. Como a sus anteriores (y posteriores) mujeres, Picasso la retrató decenas de veces. Era su modelo y su musa. Hasta que, en 1943, todo acabó. Él la sustituyó por Françoise Gilot mientras que Dora inició un descenso a los infiernos en una dolorosa caída durante la que recaló en hospitales psiquiátricos, con aplicación de electroschocks incluida, hasta terminar refugiada en la religión en su apartamento parisino, alejada y apartada de un mundo en el que durante unos años había sido una de sus reinas imprescindibles. Murió en 1997 completamente sola, a los 89 años
Aunque su personaje ha servido de inspiración literaria en varias ocasiones y algunos historiadores del arte se han aproximado a su vida, pocas certezas se tienen de ella al margen del tiempo durante el que estuvo vinculada al artista malagueño. La leyenda en torno a su persona ha ido creciendo con el tiempo hasta adueñarse de la realidad. Los enigmas son muchos y atañen a sus orígenes, a su valía como fotógrafa y pintora, a su peso dentro del Surrealismo, a su actitud política durante la guerra civil española y la Segunda Guerra mundial, a su locura. Victoria Combalía (Barcelona, 1952), historiadora y crítica, ha dedicado veinte años a desentrañar los muchos misterios que rodean la vida de la musa más desesperada de Picasso. El resultado de este trabajo es la biografía titulada sencillamente Dora Maar (Circe) en la que a lo largo de 358 páginas vuelca los descubrimientos obtenidos en más de 2000 documentos inéditos y las numerosas entrevistas telefónicas que Combalía mantuvo con Maar en 1994.
Dueña de unos deslumbrantes ojos claros cuyo color definía la luz del día, Dora Maar era una mujer de presencia imponente y porte elegante. Nacida en París en 1907 como Henriette Markovitch, era hija de un arquitecto croata y una madre francesa dedicada a la familia. La posición económica era elevada debido a los años durante los que el padre construyó numerosos edificios en Argentina. En ese tiempo, Dora aprendió español, una ventaja para su aproximación a Picasso.
Maar tuvo una gran preparación intelectual y artística, primero en la pintura y luego en la fotografía, por la que, desde muy joven, formó parte de los círculos más vanguardistas del París de los años 20 y 30. Combalía advierte en su libro que Dora Maar no es una de las muchas modelos que se acercan a Picasso para acabar siendo devoradas sexualmente por el artista. La investigadora mantiene que junto a la pasión enloquecida que ambos vivieron, hubo un entendimiento intelectual que Picasso no alcanzó con ninguna de sus muchas otras amantes.

Dora Maar (derecha)
A finales de los años 20, Maar formaba parte del círculo de los surrealistas. Era amiga y colega de Brassaï y de Cartier Bresson. Sus fotografías de personajes de perdedores y excluidos de la sociedad eran aplaudidas y valoradas entre los expertos.
Amante del mundo de la alta costura, se movía como pez en el agua en los ambientes de la alta burguesía y entre las mesas de los cafés que frecuentaban los artistas de toda índole. Ideológicamente simpatizaba con los partidos políticos de izquierda, aunque, a diferencia de Picasso, no llegó a militar en ninguno de ellos.
Su manera de entender la fotografía y su popularidad entre los surrealistas le sirvieron a Dora para entrar en la vida de Picasso. Muy segura de sí misma en aquellos años, Dora Maar llamó la atención del artista con una curiosa anécdota que Combalía cuenta en el libro y que también da pistas sobre el carácter masoquista de Dora. Ocurrió en el café Les Deux Magots. Ella se puso a jugar con una navajita que habitualmente llevaba en el bolso. Haciendo saltar la hoja entre los dedos, no detuvo el juego pese a que la sangre chorreaba por su mano. Picasso quedó hipnotizado y le pidió sus guantes moteados de sangre.
Con los guantes, Dora le entregó su vida.
Dedicada en cuerpo y alma a Picasso, Dora documenta con su cámara la compleja realización del mural más famoso del mundo: el Guernica. Su objetivo detalla la metamorfosis de los personajes que ocupan la tela, un trabajo por el que nunca llegó a cobrar nada, ni siquiera los derechos de reproducción que tan bien le hubieran venido en sus difíciles años posteriores.
Picasso
Ambos comparten amistades, veranos, viajes, trabajo y vida. Y especialmente sexo, algo en lo que Picasso parecía ser tan insuperable como en su pintura.
Pero mientras que para ella no había más mundo, él seguía viendo a otras mujeres. A sus anteriores amantes y a las nuevas. Y la bellísima y deslumbrante Dora pasó a ser la mujer desencajada, rota y llorosa que acabó ingresada en un psiquiátrico.
En 1943 Picasso se enamoró de Françoise Gilot y para Dora se acabó el mundo. La musa divina se convirtió en una loca a la que muchos fueron abandonando. Su amigo Paul Eluard fue una de las pocas excepciones entre los que mantuvieron su amistad hasta el final.
Con el paso de los años, Dora Maar volvió a la pintura pero muy esporádicamente a la fotografía. No se le volvió a conocer ninguna relación amorosa. Para sorpresa de muchos, abrazó el catolicismo con una intensidad que ya nunca abandonaría. Después de Picasso, solo Dios.

Victoria Combalía

Victoria Combalía

"Lo de Picasso con Dora Maar fue maltrato psicológico"

PAULA ACHIAGA | El Cultural, 09/09/2013

La comisaria y crítica de arte publica 'Dora Maar. Más allá de Picasso' (Circe Ediciones)



Tuvo la ocasión de entrevistar varias veces a la fotógrafa y amante de Picasso en 1993 cuando residía en París y de aquellas charlas surgió la primera exposición dedicada a Dora Maar (1907-1997). Fue en Valencia, en 1995, en la sede de Bancaja, poco antes de la muerte de la artista. Más adelante, en 2002, Victoria Combalía (Barcelona, 1952) organizó una tripe exposición que pudo verse en Barcelona (Tecla Sala), Múnich y Marsella. Pero no fue hasta 2010 cuando la crítica, comisaria y asesora de arte tuvo la oportunidad de acceder a más de 2.000 documentos que le descubrieron a otra Dora Maar. Ahora prepara ya una exposición de la fotógrafa para el Palazzo Fortuny de Venecia, pero esto será en marzo de 2014. Esta biografía que lanza Circe es el colofón de una intensa investigación y años de trabajo.



Pregunta.- ¿Qué es lo primero que tenemos que saber de Dora Maar que hasta ahora había pasado inadvertido?
Respuesta.- Dora ha sido durante mucho tiempo "la mujer que llora", a raíz de la serie de Picasso que la representa dramáticamente, torturada, y se descubre aquí que era una mujer emancipada, una fotógrafa profesional de valía y con vida propia, importante intelectualmente, que había sido amante de Bataille y formado parte del grupo surrealista. La primera mitad del libro es sobre su vida antes de Picasso y se descubren temas desconocidos como su relación con sus padres, que no era mala como decían y, sobre todo, su vida entre el 45, tras su ataque de locura, y el 97 cuando muere, 50 años de los que apenas se sabía nada.

P.- De hecho, el libro nos descubre una fuerte personalidad casi fagocitada por Picasso...
R.- Tras la ruptura con Picasso ella se camufla, creó una leyenda sobre ella misa y no quería ver a nadie, se aisló del mundo. Pero, en realidad, todo es más sutil sofisticado y complejo. Tras estudiar esos documentos he visto quefue un aislamiento relativo y progresivo: en los 50 aún va a fiestas de la alta sociedad y poco a poco va haciéndose cada vez más religiosa y se acerca más al psicoanálisis con Lacan.

P.- Conoce a Dora Maar en el verano de 1993 y mantiene con ella varias conversaciones: ¿qué fue lo que más le llamó la atención durante estas charlas?
R.- Tuve la extraordinaria suerte de poder hablar con ella por teléfono. Fueron conversaciones largas, de unas dos horas cada vez. Advertida sobre sus cambios de humor repentinos y que era habitual que colgase el teléfono, yo iba con muchísimo tacto. Pero no ocurrió nada de esto. Creo que se dio cuenta de que estaba interesada en ella y en sus fotos y no en Picasso. Me pareció enormemente viva a sus 87 años, curiosa, con una brillante conversación, hablaba de todo y todo le interesaba, la teología, el arte, las exposiciones... No hablamos de política pero se le notaba muy conservadora, a pesar de a ver sido de izquierdas en los años 30. Nunca criticó a Picasso, ni a gente que había conocido en los 30 como los surrealistas y hablaba de todo el mundo con cariño, de Frida Kahlo, de Jean Cocteau...

P.- Creo que le advirtieron también para que no sacase a relucir a Picasso… ¿Cómo llegó a hablar de él?
R.- Efectivamente. En realidad salió solo. Empezamos a hablar del Guernica, yo saqué el tema de aquellas fotografías que ella realizó y logré que hablásemos de él. 

P.- El acceso en 2010 a los documentos de Maar suponen un nuevo acercamiento a la fotógrafa: ¿Qué le revelan? 
R.- Los herederos franceses de Dora Maar han sido muy generosos y, hasta el momento, he tenido la exclusiva para acceder a su archivo: 2000 documentos entre los que se encontraban cuatro o cinco agendas, cartas, fotos, etc. Se manifestó entonces un personaje mucho más complejo: ella se consideraba a sí misma como una gran fotógrafa lo que revela una gran autoestima y sabía bien cuando contestaba a cartas de museos o críticos cómo hablar de sus fotografías. Aunque, por otro, se boicoteaba a sí misma, dando largas a los que pedían fotografías para exposiciones. 

P.- ¿Alguna sorpresa?
R.- Fue fascinante abrir los documentos, leer las agendas de los años 50, descubrir cómo luchó por sobrevivir a Picasso: se levantaba a las 8, meditaba, se sometía a psicoanálisis, luchaba contra la depresión con todas sus fuerzas. Ella era más fuerte de lo que todo el mundo piensa. Hay que tener en cuenta que sobrevivió 50 años a ese abandono. Otras amantes de Picasso, como Marie-Thérèse Walter y Jacqueline, no lo superaron y ambas se suicidaron. Dora Maar fue maltratada psicológicamente por el pintor y lo superó rezando, leyendo...

P.- Picasso no queda muy bien en el libro, ¿sabe si la familia Picasso lo ha leído? ¿Reacciones?
R.- Todavía no lo han leído, pero les voy a enviar un ejemplar a los sobrinos, que siempre han sido muy amables conmigo. Creo que están acostumbrados, en ese sentido no les va a sorprender. Ha habido una idealización de Picasso como persona durante 50 años y luego lo contrario, se le empezó a ver como a un ogro. Mi libro es objetivo, Picasso aparece como un hombre simpático, fascinante y gran pintor pero sádico y que hacia sufrir a las mujeres.

P.- Uno de los descubrimientos de su investigación es la figura del monje Jean Monleon que le acompañó durante años.
R.- Pues sí, no teníamos ni idea… Sabíamos que se había vuelto católica. Entrevisté a 70 personas y todos me hablaban de su religiosidad, pero entre todos esos documentos descubrí una veintena de cartas a un señor muy intelectual, católico tradicional y a quien debía ver con frecuencia a juzgar por las citas apuntadas en la agenda. Hay que entender que Maar fue abandonada, que Picasso se fue con Fraçoise Gilot y Dora explota en 1945: tiene un episodio de locura temporal del que se recupera pero se queda hundida y tiene que agarrarse a algo para no suicidarse. Se aferra al psicoanálisis y a la religión, trasladó su amor incondicional de Picasso a Dios. Decía que después de Picasso solo quedaba Dios.

P.- ¿Qué hubiera sido de Dora Maar de no haber conocido a Picasso?
R.- Creo que finalmente hubiera sido descubierta como fotógrafa, como Lee Miller, por ejemplo. En los últimos 10 o 12 años ha salido a la luz un elenco de fotógrafas estupendas que trabajaban en aquella época. La hubiéramos descubierto porque sus fotos de calle y las surrealistas son muy buenas, hay en ellas una mirada propia y particular. En cuanto a su biografía, todavía hay cabos sueltos, años de los que no hay documentos, del periodo surrealista. Después de 350 páginas de libro todavía se puede escribir más.



Picasso y Dora Maar (derecha)

Dora Maar
LA MUJER QUE LLORA


“Después de Picasso, Dios” . Esta frase de la pintora y fotógrafa francesa Dora Maar, amante y víctima de Picasso explica bien lo que supuso el artista en su vida, una biografía que recupera ahora Zoe Valdés en “La mujer que llora” , la novela sobre el arte y el poder en las vanguardias de los años 30.
“La mujer que llora” obtuvo el premio Azorín de novela 2013 el pasado 7 de marzo y ahora ya está publicada por Planeta. Un título que hace referencia al famoso cuadro cubista de Picasso sobre el desconsuelo de esta artista que fue amante de Bataille, amiga de Man Ray, Paul Eluard, Breton o Lacan (quien le proporcionó los electroshock suficientes, a petición de Picasso, para que olvidara al genial pintor) .
En “La mujer que llora”, Zoe Valdés, la escritora cubana afincada en París, que ya dedicó otros libros al tema del arte, como la biografía de Remedios Varo en “La cazadora de astros” o en “Una novelista en el museo del Prado”, relata el viaje que Dora Maar hizo a sus 51 años a Venecia, con James Lord y Bernard Minoret, una pareja de examantes, y que tras el cual se recluyó y solo encontró consuelo en Dios.
“Siempre me había fascinado el cuadro de ‘La mujer que llora’ y todo el trabajo fotográfico de Dora y, además, siempre he querido escribir sobre tres artistas surrealistas, Remedio Varo, Dora Maar y una tercera de la que escribiré en breve que es la artista, y escritora cubana Lidia Cabrera”, explica a Efe Zoe Valdés.
Para Valdés, Dora Maar fue durante una década el “soporte sentimental y a veces la conciencia social de Picasso”, quien le exigió más compromiso social, y con quien compartió la creación del “Guernica”, que fotografió paso a paso.
Le tocó una época “que se parece mucho a lo que se vive hoy”, al suponer el fin de un periodo a partir del cual se encerró en sí misma junto a una ferviente fe que le condujo a recluirse entre su casa y la parisina Notre Dame.
Según Valdés, Picasso fue un genio al que no quiere bajar del pedestal en el que se encuentra como artista; pero en cambio, sí contar que fue muy complejo, duro y exigente don Dora.
“Cuando conoció a Dora quedó fascinado, él siempre dijo que fue la mujer que más le sedujo intelectualmente, era mucho más joven que él y ella se entregó en todos los sentidos hasta el punto de que cometió el error de supeditar su obra a la del genio malagueño”, subraya.
Pero en opinión de Valdés, Dora fuera no fue solo víctima de Picasso, sino también de ella y del propio sistema social que hace que para una mujer sea mucho más difícil ser artista: “Ella abandonó la fotografía porque Picasso le pidió que pintara y luego él cuando se hartó la abandonó por una mujer más joven.”
“La mujer que llora” es, además, un relato fascinante sobre una época, el retrato de unos años ricos, llenos de contradicciones y búsqueda; por eso por sus páginas pasan los encuentros sexuales de la pareja, solos y, a veces, en compañía de otros amigos y artistas que buscaban experiencias distintas y radicales para alimentar su creación.
Valdés autora de “Te di la vida entera” o “Lobas de mar”, entre otros muchos títulos, hace hincapié en el paralelismo que ha querido hacer con este momento histórico.
En el libro Zoe Valdés se mete también en la narración. “Yo quería que fuera el diario de un escritor en un viaje, en este caso a Venecia para saber qué es lo que exactamente pasó allí con Dora, qué fue lo que hizo que se recluyera a la vuelta”, argumenta Valdés, al tiempo que dice que en esa época histórica se cometieron muchos errores que ahora se vuelven a repetir.
“La bestialidad humana se repite y los seres humanos no aprenden de la historia”, concluye.

Crédito: EFE


Lea, además



Sunday, September 29, 2013

La muerte de Alvaro Mutis

Álvaro Mutis

Muere a los 90 años 

el escritor colombiano Álvaro Mutis

El autor de la saga novelesca de Maqroll el Gaviero residía en Ciudad de México desde 1956 y recibió el Premio Cervantes en 2001

    “No sabemos nada de la muerte”, decía Álvaro Mutis, “es inútil hablar de ella, pero es bueno invocarla para mantenerla controlada”. En la tarde del domingo, el escritor y poeta colombiano se enfrentó al fin con ese enigma. Mutis, de 90 años, falleció tras sufrir un problema cardiorrespiratorio en Ciudad de México, capital del país donde residía desde 1956. El creador de la saga novelesca de Maqroll el Gaviero, premio Cervantes en 2001, estaba hospitalizado desde el pasado día 16, según confirmó su esposa, Carmen Miracle.
    El mundo de las letras en español despidió a Mutis como uno de los grandes poetas hispanohablantes, también cuando escribía en prosa. Poeta de la desesperanza, en su obra la naturaleza del trópico es metáfora del deterioro del tiempo en la naturaleza humana. Su protagonista, Maqroll, su alter ego, es un solitario viajero errante, que entre puertos y hoteles de mala muerte, sobrevive, como en el eterno vaivén de un viejo barco, entre lo efímero y la plenitud pasada.

    Al velatorio, instalado en San Jerónimo, acudieron amigos como Mercedes Barcha, esposa de Gabriel García Márquez, que no hizo declaraciones, o Philippe Ollé-Laprune, director de la Casa Refugio, institución que hospeda a autores exiliados. Ollé evocó al Mutis de los últimos años, alejado de la vida pública pero abierto a la plática y a las visitas y que “mantenía la risa de un niño”, informa Sonia Corona. También asistió el escritor Juan Villoro, quien afirmó que “Neruda y Borges encontraron en los versos de Álvaro una conversación perfecta”. Desde la Feria Internacional del Libro, su directora, Marisol Schulz, anunció que este año Guadalajara rendirá un homenaje al escritor.

    Nacido en Bogotá en 1923, de padre diplomático, Mutis cursó sus primeros estudios en internados de París y Bruselas. Tras la muerte de su padre, regresó a Colombia donde dejó el bachillerato por la poesía y el billar. Comenzó a trabajar en una radio y en varias multinacionales, lo que le supuso viajar sin cesar.


    El director de la Casa Refugio para escritores, Philippe Olle (segundo a la izquierda), y el escritor Juan Villoro (derecha) en la capilla ardiente de Álvaro Mutis. / SONIA CORONA
    Mutis empezó a escribir, desde muy joven, versos de los que apenas ha quedado una línea: “Un dios olvidado mira crecer la hierba”. No se decidía a publicarlos y fue el crítico Casimiro Eiger quien le animó. “Alvarito, deje de guardar cosas en los cajones, que ahí se pudren. O se queman, o se publican”. Con ese impulsó, en 1948 vio la luz La Balanza, su primer libro de poemas. Y, siguiendo el consejo al pie de la letra, en su vida destinó al fuego algunos manuscritos.
    Así arrancaba una carrera por momentos prolífica, por momentos silenciosa, porque escribir era para él un hecho natural, no un deber, “algo que ocurre y deja de ocurrir”. Vinculado con jóvenes poetas en la revista Mito, colaborador de periódicos, en 1953 publicó Los elementos del desastre, donde aparecía por primera vez Maqroll el Gaviero, el personaje que nunca abandonaría. “El Gaviero viene de mis lecturas de Conrad, de Melville (sobre todo de Moby Dick); es el tipo que está allá arriba, en la gavia, que es el trabajo más bello del barco, entre las gaviotas, frente a la inmensidad y en la soledad más absoluta”, decía Mutis del protagonista de siete de sus nueve libros de narrativa.


    Mutis con Botero y García Márquez. / EL ESPECTADOR
    En 1956 se estableció en México a donde llegó con varias cartas de recomendación, una de ellas dirigida a Luis Buñuel, con las que consiguió trabajo en la publicidad. En esos años conoció a dos de sus grandes amigos, Octavio Paz y Carlos Fuentes. Tres años más tarde fue encarcelado 15 meses en el Palacio Negro de Lecumberri, acusado de malversación de fondos en la petrolera Esso. Su estancia en prisión, que recogería enEl diario de Lecumberri (1960), cambiaría su vida, hasta el punto de que sin aquella experiencia ni sus novelas de Maqroll ni su poesía posterior hubieran existido. “En la cárcel”, decía, “estamos ante la verdad absoluta. La recuerdo como una gran lección”.
    En Lecumberri conoció a Elena Poniatowska. “Yo iba a la cárcel a visitar a presos políticos”, recuerda la escritora. “Me pidió À la recherche du temps perdu, de Proust, y yo le llevé los tomos de Gallimard”, cuenta. “Era un hombre alegre, el alma de las fiestas, hacía estupendas imitaciones de escritores, sobre todo de Neruda, y todas las mujeres se enamoraban de él. Como escritor, Maqroll nos permitió tener un mar en México y se convirtió en el Conrad Latinoamericano”.

    Galardones


      • Premio Nacional de Letras de Colombia, 1974
    • Premio Nacional de Poesía de Colombia, 1983
    • Orden de las Artes y las Letras, del Gobierno de Francia, en el grado de Caballero, 1989
    • Premio Médicis Étranger de Francia, 1989
    • Premio Nonino de Italia, 1990
    • Premio Príncipe de Asturias de las Letras de España, 1997
    • Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana de España, 1997
    • Premio Cervantes de España, 2001
    • Desde 2005 la biblioteca del Instituto Cervantes de Estambul lleva su nombre
    En 1986 publicó su primera novela de la serie, La nieve del Almirante, a la que seguirían Ilona llega con la lluvia y La última escala del Tramp Steamer. Desde entonces, los premios literarios se sucedieron. En 1997 recibió el Príncipe de Asturias y en 2001 el Cervantes. Dos años después fue designado miembro de la Legión de Honor con grado de oficial, la más alta distinción que otorga el Gobierno francés.
    Marinero existencial, Mutis llevaba años en un apacible retiro. En los últimos tiempos se sentía enfermo y más de una vez declinó amablemente los intentos de este periódico por entrevistarle. Bogotano de nacimiento, llevaba en el corazón la tierra de Tolima, patria fundacional de su obra. En la finca Coello de su abuelo materno vivió de niño momentos tan felices que decía que se sentiría estafado si, invitado al Paraíso, no encontrara allí el olor a naranjas y el ruido de los dos ríos que cruzaban aquella hacienda en medio de los cafetales.

    Los libros de Mutis


    1948.- La balanza
    1953.- Los elementos del desastre
    1959.- Memoria de los hospitales de ultramar
    1960.- Diario de Lecumberri
    1965.- Los trabajos perdidos
    1973.- La mansión de Araucaima
    1981.- Caravansary
    1982.- La verdadera historia del flautista de Hammelin
    1984.- Los emisarios
    1985.- Crónica regia y alabanza del reino
    1985.- Sesenta cuerpos
    1986.- Diario de Lecumberry
    1986.- La nieve del almirante
    1987.- Un homenaje y siete nocturnos
    1988.- Ilona llega con la lluvia
    1989.- Un bel morir
    1990.- Amirbar
    1990.- El último rostro
    1991.- Abdul Bashur, soñador de navíos
    1993.- Tríptico de mar y tierra
    1995.- La muerte del estratega y otro relato
    1997.- Summa de Maqroll El Naviero: Poesía, 1948-1997
    1999.- Última escala del Tramp Steamer
    2000.- De lecturas y algo del mundo

    Alvaro Mutis

    Discreta despedida a Mutis 

    en la Ciudad de México

    Amigos y familiares acuden a las exequias del escritor colombiano



    Rafael Tovar, director de CONACULTA (izquierda) al lado de Carmen Miracle, viuda del escritor, en la capilla ardiente. / SONIA CORONA
    Todos los asistentes a la capilla ardiente del escritor colombiano Alvaro Mutis -ha fallecido este domingo 22 de septiembre- coincidían al hablar de él: era un hombre alegre, conocedor de la música y un gran conversador. Este lunes, amigos y familiares del premio Cervantes 2001 acudieron a un velatorio al sur de la Ciudad de México para su funeral. A cuentagotas y discretos fueron llegando algunos amigos, escritores y editores para acompañar a su viuda Carmen Miracle en una sala llena de flores blancas.
    Mercedes Barcha, esposa de Gabriel García Márquez, fue de las primeras en entrar -rápidamente y sin hacer comentarios- al velatorio y sin la compañía del Nobel de Literatura, quien fuera gran amigo de Mutis. “Están realmente muy afectados porque es una amistad de toda una vida, carreras y vidas paralelas, familias unidas y son dos parejas que fueron entrañables”, comentó Rafael Tovar, director del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), a la salida de la capilla. Tovar aseguró que el Gobierno de México organizará un homenaje al escritor en el Palacio de Bellas Artes, el principal recinto cultural del país, cuando la familia de Mutis lo decida.
    A las exequias también asistió el escritor mexicano Juan Villoro que tenía previsto reunirse con Mutis este miércoles. “Eso quedará para un whisky en el otro mundo”, lamentó. Villoro recordó que el legado del poeta y novelista ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1997 está íntimamente ligado a las obras de Pablo Neruda y Jorge Luis Borges. Además, destacó su trabajo como novelista en La nieve del Almirante. “(Mutis) fue un enamorado de las causas perdidas, algo muy latinoamericano, apostarle a las derrotas y convertirlas en una forma secreta del triunfo”.
    Villoro participó en una breve guardia al lado del ataúd de madera de Mutis junto con miembros de la Casa Refugio Citaltépetl, una asociación civil que hospeda a escritores perseguidos en sus países de origen y de la que Mutis era parte como miembro del patronato. Philippe Ollé- Laprune, presidente de la organización, recordó al escritor colombiano en sus últimos días. Lo había llamado en su cumpleaños el pasado 25 de agosto y el escritor se opuso a hacer alguna celebración por sus 90 años. “Era un antisolemne total”.
    Además de la decena de galardones con los que se hizo, ha asegurado Ollé-Laprune, el legado de Mutis para la literatura es muy amplio a pesar de que su obra no es muy extensa. “Es de los últimos gigantes de la literatura mundial. Es un caso muy raro que su obra poética se haya vuelto narrativa, es una obra no muy extensa, como lector lo descubrí como poeta aunque es un extraordinario novelista”, describió.
    Últimamente a Mutis le gustaba recibir visitas en casa para mantener largas conversaciones, leía y escribía poco, pero escuchaba mucha música, principalmente clásica. De ello da fe el chelista mexicano Carlos Prieto, que hace 15 años le llevó el borrador de Las aventuras de un violonchelo y Mutis se ofreció a escribir el prólogo de su libro. “Era un aficionado y conocedor de la música”, ha expresado Prieto. La familia de Mutis decidirá en los próximos días el destino de sus cenizas.
    Alvaro Mutis

    Por qué hay que leer a Álvaro Mutis, 

    según los escritores

    Escritores de España y América hacen una valoración de la obra del autor colombiano y dicen por qué hay que leerlo: Juan Gelman, Piedad Bonnett, Javier Reverte...



      Álvaro Mutis en los años cincuenta. / ARCHIVO 'EL ESPECTADOR'
      El primer poemario que publicó Álvaro Mutis apenas duró un día en las librerías de Bogotá antes de quedar hecho cenizas. Todo porque apareció la víspera del día en que el 9 de abril de 1948 asesinaran al candidato a la presidencia Jorge Eliécer Gaitán, lo que desató el caos en todo el país.
      Ceniza primero y memoria después, la obra del autor colombiano ha dejado un legado en la literatura en español que varios escritores elogian y dicen por qué hay que leer a Mutis.
      Maqroll es el hombre que ve más allá del horizonte. Un testigo errante del tiempo y del destino que una vez conoce la gente se queda para siempre con ellos. A través de él, Mutis revela el mundo del hombre contemporáneo. Es la visión de quien, dice el propio Maqroll en su diario, tiene “una fervorosa vocación de felicidad constantemente traicionada, a diario desviada y desembocando siempre en la necesidad de míseros fracasos”.
      Juan Gelman (Buenos Aires, 1930) Poeta y Premio Cervantes 2007
      Es uno de los grandes de la literatura en castellano. Su obra poética es admirable y su prosa tiene un brillo pocas veces encontrado. Aunque no fuimos amigos sino conocidos, su muerte para mí es realmente un golpazo. Estoy muy dolido. Él era como un hijo escéptico, resignado; y en un poema dice: “Que te coja la muerte / con todos tus sueños intactos”, y yo creo que así fue en su caso. Era un hombre de mucho humor y vitalidad. Hay un dato, quizás no muy conocido, que fue periodista y que puso la voz a Eliot Ness en la serie de televisión Los intocables. En México la parca se ha llevado a grandes poetas en los últimos tiempos, como Alí Chumacero, Víctor Sandoval, Rubén Bonifaz Nuño y ahora a Álvaro Mutis. Yo le pido a la parca que empiece a ocuparse de los críticos y dejé tranquilos a los poetas, al menos por un tiempo. Hay que leer a Mutis porque su literatura es muy refrescante, Maqroll el Gaviero es alguien que sí te hace navegar interiormente.
      Piedad Bonnett (Amalfi, 1951). Poeta y novelista colombiana
      Creó un mundo poético muy particular que no tiene equivalente. Eso es lo que nos otorgó. Un mundo que tiene su centro en el trópico, un lugar de exuberancia vital pero también de deterioro y muerte. Y creó a Maqroll el Gaviero, que encarna las visicitudes humanas. Su mundo está entre la narración y la lírica, con un verso muy amplio, podríamos decir  barroco, que precisamente se corresponde con la exuberancia del trópico.
      Juan Manuel Roca (Medellín, 1946). Poeta y narrador colombiano 
      El aporte mayor a las letras continentales e hispanoamericanas tiene que ver más con su poesía, donde logra unos acentos nuevos y le da una vuelta de tuerca a cierta retórica desgastada de la poesía colombiana y continental. Allí fundamenta todo lo que desplaza a la narrativa, una mezcla entre el contar y el cantar. Sus dos grandes libros están en la poesía - Los trabajos perdidos y Los elementos del desastre-, donde hay unos paisajes tropicales y ruinosos que hablan del hombre y sus derrotas. Son una historia clínica del mundo vista desde Colombia. Si un colombiano que está fuera del país quiere volver sin regresar físicamente, que lea Nocturno, para que reciba una bocanada de aire. Es un documento lírico que le hace  un poeta universal pero a la vez muy, pero muy, colombiano.
      Francisco Ferrer Lenín (Barcelona, 1942). Poeta y narrador español
      Oigo "Álvaro Mutis" y veo la obra selvática del aduanero Rousseau. Quizá esta sea la más perfecta de las sinestesias que me acorralan.
      Alberto Ruy Sánchez (Ciudad de México, 1951). Escritor y editor
      Justo cuando el periodismo marca mayoritariamente a la novela, la voz narrativa de Álvaro Mutis, proveniente de la poesía y alejada de todo periodismo, se impuso como escritura vital, a la vez cuidada como composición pero abierta a lo imprevisto. Sus novelas, en cuyas venas late la poesía, hicieron a la vez que sus poemas fueran leídos como parte de un mismo universo de rigor y pasión, una poética única en nuestro tiempo. Maqroll es más que un personaje, es una actitud en la vida, una manera de estar en el mundo.
      Javier Reverte (Madrid, 1944), Narrador y ensayista
      Es uno de esos raros escritores en los que uno no distingue muy bien la línea en dónde termina la prosa y nace la poesía, o el revés. Supo escribir como muy pocos sobre el dolor y la soledad. Y su saga de Maqroll el Gaviero es un verdadero monumento en la literatura latinoamericana contemporánea.
      José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) Poeta, narrador y Premio Cervantes 2012
      La palabra Ultramar transita por la poesía de Mutis como por un territorio legendario y le otorga un peculiar sentido universal. Todo lo que ocurre en esta poesía depende de la adjetivación, de una adjetivación desusada, magnánima, que le da a los objetos una significación hiperreal. La órbita de la naturaleza colombiana, entre los grandes ríos y la inmensa cordillera, sirve -tácita o expresamente- de escenario, de telón de fondo de esa alegoría de la aventura perpetua que se aloja en la poesía de Mutis.
      Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) Escritor colombiano
      Hasta después de los 60 años Mutis estuvo dedicado a "oficios tiránicos" como los llamó García Márquez. Cuando se jubiló fue como si saliera de la cárcel y liberó su prosa: ocho novelas en 10 años. Su poesía la había escrito despacio y casi siempre en aeropuertos, mientras le daba la vuelta al mundo. Ganó los premios más importantes de nuestra lengua concedidos por jurados que se deslumbraron por su prosa majestuosa y por las aventuras de Maqroll. Aunque él sostenía que toda obra está condenada al olvido, yo apostaría a que dentro de un siglo se leerán más sus versos que su narrativa. Aun así creo que el Diario de Lecumberri, donde cuenta su experiencia de más de un año en la cárcel, es su libro más intenso, auténtico y conmovedor.
      José Ramón Ripoll (director de Revista Atlántica)
      La poesía, como toda la obra de Mutis, es en sí misma una transgresión idiomática y vital, en cuanto crea un mundo que funciona según otras leyes de la naturaleza y no se conforma con retratar, ni siquiera transformar la realidad que le rodea. De ahí que las opiniones del poeta nos parezcan a veces extemporáneas y desentonadas. Para él, la palabra funda e inicia “la danza de una fértil miseria”, que es la única vida posible: germen generativo, pero mísero y resbaladizo, que nos aprieta y libera al mismo tiempo Creo que esta actitud más que literaria de Álvaro Mutis trasciende la época posmoderna que le tocó vivir y apunta a un nuevo pensamiento, un ímpetu vital que surge de su propio paisaje, pero que se universaliza en “ultramar”. Leer su poesía supone hoy inyectarnos de esa fuerza renovadora que se debate entre contrarios y nos impulsa a vivir entre los bordes, en el límite, en la frontera de lo pactado y establecido. Mutis es un escritor absolutamentr distinto a los demás, que se ve venir desde su primer poema, La creciente, donde un río eterno arrastra belleza y podredumbre, la alegría de los carboneros y el hediondo barro que nos inunda. Ahí está ya todo Mutis. Y hay que andar por el borde para no caerse
      PIlar Resyes Forero (Editora de Alfaguara)
      Álvaro Mutis solía decir que todo cuanto había escrito estaba destinado a celebrar y perpetuar a Coello, un punto de la geografía colombiana donde se encontraba la finca cafetera de su familia, en la que pasó los días felices de su infancia. Ubicada en el piedemonte de la cordillera central, en los Andes colombianos, de este lugar de tierra caliente emana el paisaje y la substancia misma de su literatura.
      Mutis fue un poeta mayor. Desde sus primeros poemas en los que evoca ese universo de naturaleza desbordante ("al amanecer crece el río, retumban en el alba los enormes troncos que vienen del páramo"), hasta sus últimos versos, escritos al comenzar el siglo, ("pienso a veces que ha llegado la hora de callar"), su obra se cimenta sobre poderosas imágenes, en las que la lengua castellana crece con el paisaje que intenta describir. Ese paraíso perdido en el que habita su personaje, Maqroll el Gaviero, cuyas andanzas cuentan siete novelas hermosas. Fue un narrador tardío (aunque escribió en sus inicios un par de relatos formidables e incluso una novela, Dios bajo a La Gaima, de la que publicó un único capítulo) y escribió todos sus libros de ficción en un lapso muy corto. Pero toda su obra, la poética y la novelística, goza de
      una coherencia interna admirable. Tanto que parece que su autor hubiera diseñado una hoja de ruta desde sus primeros versos. Un camino que su protagonista, el errante por naturaleza, nunca creyó que existiera.
      Oscar Hahn (Iquique, 1938) Poeta chileno
      Ha muerto Alvaro Mutis. Ha muerto el estratega de la palabra. Escribió la crónica regia y la bitácora de este reino y del otro. Maqroll lo ve perderse en el horizonte. Ha muerto Alvaro Mutis de un bel morir.